Desde hace ya unos años hay una duda que a la mayoría de los mortales nos orbita la cabeza en el momento en el que empezamos a pensar en comprar un coche.
No hablamos ni de rojo o azul, Pepsi o Coca-Cola, Barsa o Madrid… Hablamos de algo mucho más comprometido:
¿Gasolina o diesel?
En un principio, al empezar a escribir esta entrada, pensé en contaros la evolución que sufrió el diésel en su día, cómo nos lo vendieron las marcas o cómo se fue acercando peligrosamente en precio a la gasolina.
Pero no, creo que más o menos todos sabemos cómo fueron evolucionando los motores diésel y en qué punto se encuentran hoy.
Lo que no tenemos tan claro, o no gusta tanto que se sepa, es por qué hoy por hoy no es una opción tan rentable.
Al ir implantándose las mecánicas diésel, los organismos que imponen las normativas anticontaminación fueron poniendo trabas y obstáculos para que estos motores resultaran cada vez menos nocivos para la atmósfera.
Esto se consiguió a base de filtros antipartículas que se tragan todo el hollín que debería expulsar el coche por el escape, válvulas EGR que recirculan los gases de escape nuevamente por el motor, etc.
¿Qué quiere decir esto o en que nos afecta en nuestro día a día? Básicamente en que el ahorro de combustible en uso diario se puede ver igualado, e incluso superado, al cabo del tiempo con las averías que todos estos sistemas pueden producir si no empleamos el coche para lo que se espera en un motor diésel.
¿Y qué es lo que se espera en el uso de un motor diésel? Recorridos largos. En los que el motor alcanza la temperatura de servicio y se mantiene durante largos periodos de tiempo funcionando.
Si el uso que le vas a dar al coche no es ese, olvídate del diésel. Incluso si haces muchos kilómetros al año, lo que debes mirar es el uso cotidiano. No sirve de nada que la cuenta del diésel te cuadre porque haces más de 20.000km al año si de esos, 8.000km son de viajes largos que haces de un tirón durante las temporadas de vacaciones y luego el resto de los días haces cuatro veces un trayecto de 5 kilómetros en el que el coche no llega ni a calentarse. Ahí es donde te podrá dar problemas, en los trayectos de uso «obligado».
Pero ojo, no quiero ser «más papista que el papa», en la siguiente entrada te explicaré aquellos pocos casos en los que aún haciendo pocos kilómetros, puede no interesar un gasolina. Son unas pocas excepciones (o motivos) contados, pero los hay.